Comunicarse con el cuerpo etérico (o cuerpo energético) a través de una oración es posible. Pero, antes de esto, conviene saber en qué consiste y todos los detalles que le rodean.
Cuando hablamos de los diferentes sistemas de energía humana, uno de los más importantes es el denominado cuerpo etérico que se refiere a aquel que propicia la energía al cuerpo físico. Para entender qué es la energía y cómo influye en nuestro comportamiento habrá que diseccionar los componentes de este sistema.
Los componentes del cuerpo etérico
El cuerpo etérico es el más denso de todos los sistemas de energía y tiene, principalmente, tres componentes: nadis, chackras y áurea que, además, están relacionados. Hay unos 72.000 nadis menores en el cuerpo que están ocupados llevando pequeñas dosis de energía a los chakras y al áurea del cuerpo físico, además, hay tres nadis primarios.
También existen miles de chackras, concretamente, uno para cada articulación, órgano o glándula y, es curioso, pero los chakras del cuerpo físico son mucho más complejos que los del cuerpo emocional. De hecho, el sistema corporal está muy automatizado y funciona en un circuito perfecto donde los nadis alimentan a los chackras y viceversa.
Por otra parte, la dimensión etérica tiene cuatro divisiones:
- Éter químico. Corresponde al elemento tierra, es la capa más básica de todas, y es donde predominan las funciones físicas correspondientes a la eliminación y el crecimiento del ser humano.
- Éter vital. Corresponde al elemento agua y se caracteriza por tener un carácter más sutil. Esta capa es la encargada de dar placer y sensibilidad al cuerpo físico. Esto también implica dolor y esta capa es necesaria para las funciones de procreación, fundamentalmente.
- Luz etérica. Se trata de una capa energética mucho más elevada que las anteriores y que proporciona vitalidad y calor al cuerpo, sirviendo como asiento para las diferentes percepciones del ser humano.
- Éter reflector. Hablamos de una capa vital para las personas, la que nos diferencia de los animales y donde anidan la memoria y la inteligencia. En ella se almacenan todos los sentimientos, pensamientos y acciones de cada uno de nosotros, así como las percepciones de aquellos que nos rodean y nos influyen. También están todas las cualidades y facultades con las que nacemos y que necesitan ser desarrolladas.
El cordón de plata
El cordón de plata es lo que une o conecta el cuerpo físico con el cuerpo etérico, proporcionando al primero vida y capacidad de sentir. El cordón llega al cerebro, corazón, hígado y plexo solar a través de sus ramificaciones, dando lugar a cuatro gérmenes: el del cuerpo físico, el del cuerpo etérico, el del cuerpo astral y el del cuerpo mental.
El cordón de plata crece en el recién nacido mientras se está desarrollando en el vientre materno. Allí es donde, a partir de un átomo semilla, surgen las ramificaciones hacia el hígado y el corazón.
La unión entre este y el plexo solar tiene lugar durante los primeros siete años del niño, mientras que el crecimiento del hígado al plexo solar tiene lugar durante los próximos años, hasta llegar a los 14, es decir, durante la preadolescencia. La finalización del desarrollo del cordón de plata marca el final de la vida infantil y, a partir de ahí, se conforma el áurea, distintivo y único para cada adulto.
Las últimas investigaciones han descubierto que, durante los veinte primeros días de gestación, la sangre del feto se ve sobrepasada por la vida de la madre que es quien regula el proceso de construcción del cuerpo. Luego, el ego es el encargado de trabajar en el futuro bebé desde el exterior.
Con respecto al material mental del recién nacido, este no está presente en la vida intrauterina ni en el nacimiento. Sin embargo, ya existe en el átomo semilla de la que hablamos antes como una raíz o brote, o un potencial, aún por desarrollar. Es decir, que el niño tiene el vínculo de la mente pero poca actividad de pensamiento propio, esto significa que carece de control sobre su cuerpo, a diferencia de lo que ocurre con los animales recién nacidos, que pueden cuidarse (hasta cierto punto) justo después de nacer.
Hay razones para creer que este segmento del cordón ha ido creciendo lentamente durante toda la infancia y la adolescencia, pero sobre todo se nota desde los 14 años a los 21, que es cuando enlaza con el cordón astral para llegar a la edad adulta y está plenamente desarrollada, también, el cuerpo del deseo.
En resumen, el cuerpo infantil emerge de su vaina uterina, que es el nacimiento, luego se desarrolla el cuerpo vital, que también emerge de una vaina etérica a la edad de los siete años, el cuerpo del deseo a los 14 y el cuerpo mental, a los 21.