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Todo sobre el libro egipcio de los muertos

La cultura egipcia es simple y sencillamente sorprendente. No hay quien lea sobre egiptología y no se sienta maravillado. A propósito de las obras monumentales y los materiales escritos que el hombre moderno ha recuperado de esta cultura tan singular, destaca por encima de todo conocido como El libro egipcio de los muertos.

¿Un libro para los muertos? Sí, precisamente era un libro que incluía una seria de sortilegios y que se colocaba en las tumbas de los difuntos con un objetivo muy especial. ¿Cuál? Ayudar a la persona fallecida a alcanzar el más allá, ni más ni menos. Pero sigue leyendo y entérate de qué se trataba esta obra fundamental del Antiguo Egipto que en el presente sigue maravillando al mundo entero.

El libro egipcio de los muertos: una obra de más de 40 metros

Era un texto verdadera y literalmente largo (de unos 200 capítulos) que estaba escrito en papiros de más de 40 metros de longitud (nada fácil de leer, por cierto). Por este motivo era una obra por la que se llegaba a pagar hasta la mitad de lo que cobraba entonces un campesino por su trabajo incansable. No obstante, su valor emocional para los egipcios era incalculable, ya que en este libro se incluían cientos de fórmulas o técnicas para trascender la muerte y alcanzar el más allá.

Este tipo de textos sobre cómo superar la instancia de muerte también se podía encontrar en aquellos tiempos en las vendas de las momias, las paredes de las tumbas y en los sarcófagos. Funcionaba, por decirlo de alguna manera, como una «ayuda memoria» que se le proporcionaba al difunto para que «recordara» los pasos a seguir para vencer por fin a la muerte, ascender (que para ellos era descender, porque el trayecto era subterráneo) y llegar al más allá.

Durante las ceremonias funerarias que se realizaban en aquella época, un sacerdote recitaba alguna de esas fórmulas mortuorias o post mortem. Y una vez que el sarcófago estaba situado en la tumba, se procedía a revitalizar los cinco sentidos del cadáver (suena raro, pero era así), condición fundamental para que la persona fallecida fuese capaz de emprender su último viaje y aspirar al tan anhelado más allá.

Se rezaban en ese momento diferentes oraciones a la tríada conformada por Osiris, máximo dios del inframundo, su amada esposa Isis y su hijo Horus. Una especie de trinidad egipcia a la que se ofrecían rituales y ofrendas.

¿Cómo se entiende que se incluyera el libro de los muertos en la tumba? Los egipcios creían que ese último viaje que iniciaba en ese momento el muerto era subterráneo y a bordo de una barca. También estaban convencidos de que en el trayecto hacia el más allá, la persona que había dejado recientemente este plano debía enfrentar a diversos seres misteriosos.

Todos ellos dispuestos a impedir el paso de la persona fallecida desde este mundo material al otro mundo o más allá, donde tendría lugar un renacimiento de su cuerpo y de su alma. Se consideraba que, para luchar contra esos seres extraños, el muerto adquiría habilidades o poderes de distintas divinidades.

Las metáforas sobre la vida y la muerte que reúne el libro egipcio de los muertos

Otra de las creencias de los egipcios de aquel tiempo era que, una vez que el difunto vencía a esos seres dispuestos a impedir su paso al más allá, llegaba a una especie de laberinto. Allí debía atravesar muchas puertas. Ante cada una se encontraba cara a cara con un guardián y un pregonero. Ante ellos debía pronunciar determinadas palabras y aguardar su respuesta. «Pasa, eres puro», le decían, y así pasaba a la próxima puerta. Esta es una metáfora del juicio final con la que contaban los egipcios para explicar que si la persona había sido recta y noble, sería capaz de llegar al más allá.

Tras ello, un tribunal conformado por el mismísimo dios Osiris y 42 jueces calificaban su vida. Luego se procedía a pesar su corazón. El difunto salvaba su vida y continuaba su último viaje cuando en los platillos de la balanza, su corazón y una pluma permanecían en equilibrio. Los de corazón pesado eran condenados a pesados castigos. Esta es sin duda otra excelente metáfora.

En el más allá, más específicamente en los campos de Ialu o campos de caña, los llamados «glorificados» debían ganarse su sustento, es decir, trabajar por el bien común. Debían segar, arar y trabajar la tierra como lo hacían en su Egipto natal. Efectivamente, en su última morada los difuntos rendían culto a la tierra y honraban a sus antepasados trabajando para el bienestar propio y ajeno.

¿No resulta una genialidad esta interpretación del paso de la vida a la muerte y al más allá? Por ello es que El libro egipcio de los muertos es una obra fundamental dentro de la llamada egiptología.

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